«La sala se cae, ¿y el alcalde?» dice uno de los carteles que, esta tarde del jueves 10 de abril, estudiantes del Liceo Pablo Neruda colgaron en la entrada del establecimiento al tomárselo como señal de protesta. Otro mensaje, escrito con rabia y urgencia, dice «Menos discursos, + acción». Ambos letreros resumen con claridad el sentir de una comunidad cansada de promesas y discursos que no se traducen en mejoras reales.
En Navidad, las comunidades escolares ya llevan dos semanas en paro indefinido. Profesores, asistentes de la educación, estudiantes y apoderados se han movilizado por una razón justa: exigir condiciones dignas para enseñar y aprender. Desde infraestructura básica en mal estado hasta la falta de profesionales clave, como psicólogos, fonoaudiólogos y auxiliares de aseo, la lista de carencias es larga y preocupante. Y lo más grave es que muchas de estas demandas fueron comprometidas hace más de un año por la propia administración municipal.
Frente a esta realidad, es legítimo preguntarse: ¿dónde está el alcalde Yanko Blumen?
Durante su gestión ha intentado proyectar una imagen de cercanía con las organizaciones sociales, de ser un hombre de “territorio”. Pero el territorio no es una idea romántica ni un eslogan de campaña: el territorio lo construyen personas diversas, con necesidades concretas y urgentes. Personas que hoy sienten que el municipio les ha dado la espalda. Porque sostener la educación municipal no es una opción, es una responsabilidad legal, ética y política.
Resulta inaceptable que mientras las salas se deterioran, los insumos escasean y el transporte escolar falla, la respuesta institucional siga siendo la evasiva, el silencio o, peor aún, el intento de deslegitimar las demandas. Esta no es solo una crisis educativa: es también una crisis de gestión y de voluntad.
Desde este espacio quiero expresar todo mi apoyo a los navidaínos que luchan por una educación digna. Porque no se trata solo de arreglar una ventana o contratar a un profesional: se trata de respetar a una comunidad que exige lo mínimo para poder funcionar con dignidad. Los cargos no son premios personales, sino mandatos colectivos. Y esos mandatos se cumplen, no se desatienden.
Navidad merece más. Merece un municipio presente, que escuche, que cumpla, y que esté a la altura del desafío de sostener su red educativa. Las comunidades ya lo están demostrando con organización y coraje. Que no falte ahora lo que siempre debe sobrar en el servicio público: responsabilidad y compromiso.