🌿 Hace unos días recorrí las calles de Rengo, el lugar de donde eran oriundos mis antepasados, en particular de una localidad llamada La Isla. En la histórica Iglesia Parroquial de Rengo, que aún guarda el eco de su pasado, mi trastatarabuelo Juan José Cañete y Isidora Muñoz Pereyra se casaron el 11 de octubre de 1828, cuando aún el pueblo se llamaba Río Claro. Aquel río que daba nombre al pueblo también fue el testigo y protagonista de sus vidas.
Junto a mi madre y mi hermana Alicia, recorrimos La Isla, Lo de Lobo, Chanqueahue y Popeta. Cada rincón nos hablaba de un pasado vibrante, de estampas colchagüinas que aún se sienten vivas en sus antiguas fachadas y paisajes rurales. Rengo, que fue parte de la provincia de Colchagua hasta 1934, comparte esa esencia que tanto conocemos en nuestra tierra. Su misticismo y ruralidad nos trasladan a otras localidades colchagüinas, tejidas con las mismas historias de esfuerzo.
Pienso en mi tatarabuelo Pedro Cañete Muñoz, quien en 1886 dejó La Isla para asentarse en otra isla, la Isla de Yáquil en Santa Cruz, donde nació mi bisabuelo Juan de Dios Cañete Moraga. Y en Juan José Cañete, quien vivió hasta los 120 años en Pedernales, Santa Cruz.
Este viaje era una deuda pendiente, y me siento profundamente feliz de haberla saldado. Rengo me recordó que nuestras raíces no solo son memorias, sino caminos que seguimos recorriendo.