Es momento de reflexionar si la regionalización ha cumplido realmente sus promesas. La idea de una administración descentralizada buscaba empoderar a las regiones, acercar la toma de decisiones a las comunas y distribuir mejor los recursos. Sin embargo, la realidad muestra un panorama desigual: nuestras provincias de Colchagua y Cardenal Caro, siguen sufriendo de abandono en términos de conectividad, salud y educación.
El centralismo sigue imponiéndose, y las decisiones cruciales se toman aún a kilómetros de distancia, sin un entendimiento profundo de las necesidades locales. ¿No deberíamos exigir una regionalización real, donde las provincias puedan decidir sus prioridades y tener mayor autonomía presupuestaria? La descentralización no puede ser solo un ideal en papel; debe reflejarse en la práctica con políticas públicas que respondan a nuestras realidades.
La verdadera regionalización no es solo cuestión de límites geográficos, sino de empoderar a nuestras comunidades para construir su propio futuro. Es hora de abrir un diálogo honesto sobre cómo hacer que el concepto de regionalización sea algo más que una promesa incumplida.